miércoles, 15 de abril de 2015

Falacias fértiles.

Casi nada de lo que sabes es cierto. Piensa el cerebro, sabe el instinto.
El pensamiento es una construcción social que está íntimamente ligada al entorno en el que crecimos. Todo lo que hemos vivido en este entorno, tendría un significado diferente si hubiésemos crecido y vivido en otro entorno. Esto quiere decir que nuestra forma de pensar es local, no universal.

Por supuesto que hay personas universales. Son personas que hacen lo mismo que nosotros: leer, divertirse, ver televisión, ir al cine, etc. La única diferencia es que ellos le han enseñado a su cerebro a pensar y a explorar. Son personas que piensan y razonan todo lo que ven. Cotejando su pensar con el pensar y hacer de otras personas, culturas y entornos, lo que les permite extraer de cada acontecer un aprendizaje que está más allá de su región, entorno y cultura.

El instinto es la inteligencia de la especie.
El perro tiene la inteligencia que necesita para ser perro, el gato la inteligencia que necesita para ser gato y el hombre la que necesita para ser hombre. Las inteligencias no son comparables. Cada especie tiene la inteligencia que necesita para sobrevivir como especie.

El instinto siempre nos avisa. Una cosa es que nosotros ignoremos lo que nos dice el instinto y otra que no nos avise. El instinto siempre nos dice que algo no está bien. Nos pone en estado de alerta. Luego, la pregunta obligada es: ¿porque nos equivocamos tanto si éste siempre nos avisa que algo no está bien?

La razón de la razón, es descubrir lo irracional de la razón.     
La razón por la que nos equivocamos tanto es debido a que nuestra especie ha desarrollado el hábito de crearle razones a la razón. Sabemos que nos estamos engañando, que nos estamos creando justificaciones para convencernos a nosotros mismos de algo que queremos hacer, aun sabiendas de que no hay razón para hacerlo. Otra causa del error es el hecho de que guardamos en la mente mucha basura conceptual. Basura que no solo nos conduce al error, sino que además no nos deja salir de él.

La basura conceptual no es otra cosa más que nuestro código de creencias, el cual está lleno de falacias fértiles, algunas heredades, otras adquiridas. Una falacia fértil es algo que siendo objetivamente falso, se comporta como verdadero.

Las falacias fértiles son ideas o conceptos que nacieron mal. Que están mal de origen. No nos damos cuenta de ello debido a que generan algunos beneficios, sobre todo al principio. Después van mostrando sus dolorosas circunstancias, pero para ese entonces ya habremos comprado la falacia más allá de toda realidad, aceptando las circunstancias como parte de la realidad.

Ejemplos de falacias fértiles hay muchos, no obstante sirvan algunos de ellos para ilustrar lo que es una falacia fértil y la forma en que opera en nosotros, aun cuando ésta atenta a la lógica y al sentido común.

La falacia fértil de la casa propia:
La falacia dice que no hay mejor inversión que una casa propia. Nada más lejos de la realidad. Es cierto que en muchos casos lo que se paga de renta equivale a lo que se podría pagar mensualmente por una hipoteca, no obstante la realidad es que una casa no genera rentas, las consume.

Lo ideal sería usar ese capital para comprar una o dos casas de bajo nivel socioeconómico, ya que estas se rentan al 3% o 5% del valor de la casa, mientras que las casas de nivel medio o alto se rentan entre el 0.5% o 0.8% del valor. Otra opción es invertir ese dinero en un local comercial. Estos se rentan entre el 5% y el 8% del valor.

Aproximadamente el 17% de la gente más rica de México vive en casa de renta. Prefieren invertir ese dinero en algo que genere ingresos, no que los consuma. Aunado al hecho de que lo que pagan de renta lo presentan al fisco como gasto, deduciendo de sus utilidades una parte de ella o toda, logrando con esto que el Estado sea el que les pague el total de la renta o una buena parte de ella.

Invertir en una casa es un muy buen negocio para el que vende la casa, no para el que la compra. El que compra la casa lo hace porque no sabe qué hacer con el dinero. Si supiera, invertiría en cualquier otra cosa, pero no en una casa.  

La falacia fértil de la carrera profesional:
La falacia fértil dice que una carrera profesional te va a abrir las puertas en el mercado laboral, lo que nunca te dicen es a que costo, en qué nivel y con qué remuneración. 

La falacia esta tan arraigada en el imaginario social que muchos padres piensan que la mejor herencia que les pueden dejar a sus hijos es una carrera profesional, cuando la realidad es que la mejor herencia que les pueden dejar es “carácter y horizonte cultural”.

La carrera es un agregado de valor que sin duda les será de mucha utilidad, pero ésta sin el carácter no es nada. Es como un hombre armado sin el valor para disparar. Una persona sin carácter (capacidad para acometer y para resistir) difícilmente va a poder obtener una alta rentabilidad de los años invertidos para obtener un título profesional.

Respecto la cultura, no es menester entender que cultura no es otra cosa más que la forma de hacer las cosas. Cada región, empresa o país tiene sus formas y entre más formas entienda un individuo, más capacidad tendrá de dirigirlas y capitalizarlas. Culto es el que entiende más formas de hacer las cosas. Preparado es el que tiene estudios e idiomas, lo cual hace de él una persona instruida, más no culta. El culto tiene horizonte, el instruido, limites.

Saber mucho de algo no me convierte en ese algo.
Una persona que se gradúa de Administración de Empresas, se gradúa con un barniz teórico de la administración de las empresas, impartido por gente que nunca ha administrado empresas. Por el contrario, un graduando que en el devenir de sus estudios profesionales trabajo en la administración de varias empresas, de varios giros y culturas, estará más cerca de ser un Administrador de Empresas que aquel que solo se dedicó a estudiar.
Así pues, aunque no hay nada más práctico que una buena teoría, la realidad es que se aprende a andar andando.   

La falacia fértil del mando:
La falacia fértil dice que para aprender a mandar hay que aprender a obedecer. Nada más lejos de la realidad.
Aquel al que solo se le enseñó a obedecer, tenderá a obedecer el resto de su vida. De nuevo, aunque no hay nada más práctico que una buena teoría, la realidad es que se aprende a andar andando. En otras palabras, el mando no se aprende obedeciendo, se aprende mandando.

Observe usted a muchos de los que trabajan por su cuenta. Ya sean micro empresarios o empresarios consolidados. Muchos de ellos terminaron siendo empresarios debido a que no encontraron cupo en el mercado de la obediencia. Lo más probable es que de haber encontrado cupo, este los hubiese absorbido brindándoles un espacio de realización o frustración, pero ya no serían empresarios.

A la gente si hay que enseñarle a obedecer, pero principalmente a mandar. La razón por la cual no enseñamos a mandar, es porque no sabemos mandar. El mando demanda capacidad, conocimiento y carácter. El que manda debe definir rumbo, ritmo, autoridad y modo. Observe a los lideres que tiene cerca. Muchos de ellos están convencidos de que para aprender a mandar, hay que aprender a obedecer. La pregunta es: ¿pensarían lo mismo si supieran mandar?

La falacia fértil del negocio:
La falacia dice que para hacer un negocio se requiere dinero. Nada más falso que eso.
El dinero para lo único que sirve es para poner evidencia lo naco que eres o lo fino que eres. Un naco pobre es un naco anónimo. No se nota. El dinero no nos hace más inteligentes. No nos genera ideas. Al contrario, el dinero le genera problemas a la gente que no sabe para qué es el dinero. El dinero no es para gastar. Es para hacer dinero.  

Para hacer negocios no se requiere tener dinero. Lo que se requiere tener es: idea, plan y programa.
Si usted tiene una idea de negocio estructurada, lo más probable es que le sobren inversionistas. Los inversionistas son inversionistas debido a que no les gusta operar. Viven a la casa de oportunidades de inversión que les aseguren crecimiento y rendimiento. Si usted llega con un inversionista y demuestra que sabe del negocio, que tiene una idea, un plan y un programa, lo más probable es que salga de ahí con un negocio.
El dinero por sí mismo no le sirve de nada. Lo que le sirve es la idea, el plan y el programa.

La falacia fértil de los impuestos y salarios:
La falacia dice que el alto costo de los impuestos y salarios atenta contra la generación de puestos de trabajo. Nada más lejos de la realidad.

Los empleos los crean la clase Baja y Media. Entre más consumen estos sectores de la sociedad (82.5% del consumo nacional), más gente se verá en la necesidad de contratar el empresario. ¿Conoce usted a algún empresario que cuando le sube la demanda prefiera no capitalizar la oportunidad para no tener que pagar el coste de los salarios e impuestos?  Estoy seguro que no. Las empresas tienen muchas herramientas financieras y fiscales que les ayudan a pagar menos impuestos.
Lo que determina la creación de puestos de trabajo es el consumo. Los impuestos y los salarios son un tema a cuidar, no el obstáculo.
Si la falacia fuera cierta, habría sobre empleo y no lo hay.

La falacia fértil de la objetividad:
La falacia dice que debemos ser objetivos. No obstante lo cierto es que las contradicciones no existen. Una falacia no puede ser objetiva.

La objetividad es el gran invento de la subjetividad humana.
Podemos ser medianamente objetivos con un objeto y subjetivos con un sujeto. Todos tratamos de entender y adaptarnos al mundo. No obstante el proceso de entender implica conocer y el de adaptar, manipular. Esto quiere decir que vivimos manipulando la realidad, lo que por natura hace difícil el compromiso con la verdad. La realidad es un objetivo móvil. Siempre cambiante.

En lo antropológico, los puntos de vista de los participantes y las interrelaciones entre ellos, son parte de la cadena de causas que vinculan un hecho con otro. De tal suerte que las cosas no pueden quedar determinadas por los hechos en sí. A estos se tienen que sumar las interpretaciones de los involucrados, por lo que en todo hecho siempre hay un cierto grado de indeterminación, debido a que uno no puede formular ideas independientes cuando forma parte de lo que intenta analizar, y si uno no puede, el otro tampoco.

Cuando las decisiones se toman solamente en función del conocimiento, existe una alta posibilidad de errar. No obstante podrá lograr un mayor nivel de objetividad, si en la decisión contempla los hechos y el pensamiento de los participantes. 

Sirvan los precarios ejemplos que hemos puesto aquí para plantearle la siguiente pregunta:
¿Sabe cuáles son sus falacias fértiles?

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